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Editorial

Aventuras y desventuras en el Concejo Deliberante

Duele que te peguen por la cabeza con una silla vacía. Como ciudadano, como vecino, duele que una simple sesión preparatoria del Concejo Deliberante pueda ser utilizada como un arenero de Jardín de Infantes que los políticos utilicen para jugar a la política chiquita, esa que no les permite ver mucho más allá de sus narices.

“Son patoteros”, dicen unos y se encierran en su cuarto privado y no dan quorum. “Es vergonzoso lo que hacen, es una falta de respeto”, dicen los otros, luego de convocar a una sesión un día que dependían de la oposición para tener quorum. En el medio, los vecinos. Los que votamos a unos, a otros o simplemente votamos porque creemos en este sistema.

Si la clase política no comienza a asumir que debe madurar para ser creíble, no pretendamos que crezca el espíritu democrático de un país, o de una ciudad. El radicalismo dice que las diferencias deben zanjarse con el diálogo, pero se niega a sentarse en una mesa a dialogar, haciendo su juego de estrategias políticas buscando –tal vez- hacer ver como débil al oficialismo.

Unión por Córdoba peca por confiarse de la palabra dada por el bloque opositor y -seguro de su poder de convicción- decide convocar a sesión, aún sabiendo que no tenía quorum propio.

A ver si queda claro. En la sesión que no pudo realizarse, no se iba a discutir ni tratar sobre tablas el futuro de la ciudad, ni la posibilidad de fabricar la bomba atómica en los fondos de la municipalidad. Era una simple, formal y aburrida sesión preparatoria para el inicio de ciclo legislativo, para la cual ya estaba todo acordado de antemano, en cuanto a autoridades del Concejo, autoridades de bloques y miembros de comisiones. Y ni eso pudieron hacer.

No es objetivo de esta nota menospreciar al Concejo como institución, que es algo que debe ser protegido como la democracia misma. Equivocado estará el que busque actitudes antidemocráticas en esta crítica que pretende ser constructiva. Si a unos los acusan de patoteros, pues bien, demuestren que son abiertos a escuchar, discutir y abrir el juego. Si otros enarbolan la bandera del diálogo, pues amigos, siéntense a dialogar en lugar de encerrarse en un cuarto poniendo palos en la rueda con fundamentos muy poco convincentes.

“Toy enojado, no juego más con vos”. Eso lo dice mi sobrino. Claro, tiene apenas 3 años, y ninguna responsabilidad asumida por el voto popular.

nakasone