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Editorial

Cuando hablar no cuesta nada

Cuando hablar no cuesta nada, y las redes sociales otorgan impunidad, suelen cometerse errores que terminan perjudicando a terceros que, sin tener arte ni parte, terminan hundidos hasta el cuello en el barro del desprestigio, la infamia y el oprobio de gente que tal vez no los conozcan ni siquiera de vista.

El horrible hecho de sangre ocurrido en nuestra ciudad despertó todo tipo de reacciones. Desde aquellos que sin salir del asombro y el espanto, se limitaron a pedir justicia, hasta los que –con un espíritu casi deportivo- lanzaron a rodar por las redes sociales nombres propios, fotografías y currículums inventados de personas que -daban por hecho- eran los autores del crimen.

Así, el nombre de un muchacho estuvo en boca de todos; apareció en miles de celulares, mostraron su cara en fotos, entraron en su facebook y se escuchó hablar pestes sobre su vida, sin antes comprobar absolutamente nada de lo que de él se decía.

Un profesional de nuestra ciudad, reconocido por su trayectoria, también fue indicado por el dedo acusador del colectivo inconciente (que no es lo mismo que el inconciente colectivo). La locura del rumor pareció no tener límites.

El jueves trajo el nombre, persecución y captura de quien está sindicado (por la justicia, por las pruebas y por sus propias acciones) como el homicida de Silvia Maddalena. Obviamente, no es ninguna de las personas que durante tres o cuatro días estuvieron “marcadas” por una sociedad que exigía justicia sin importar el precio ni los que quedaran en el camino.

Ahora… ¿quién se hace responsable del nombre mancillado, de la foto viralizada, del rumor indignante? ¿Quién les devuelve el buen nombre a estas personas?

El crimen de Silvia debiera dejarnos varias enseñanzas como sociedad. Una de ella es a tener más responsabilidad, a dejar de creer en el rumor por el rumor mismo, a no ensuciar nombres ni trayectorias de personas, por el simple hecho de multiplicar por cientos lo que a un trasnochado se le ocurre decir por decir.

Entender que las redes sociales, al igual que un martillo, pueden ser una herramienta útil tanto para construir una cuna como para romperla a golpes.

Yo dije antes que hablar no cuesta nada. No cuesta, pero a veces, lo sufren inocentes sin que nadie se haga cargo de la cuenta.

Juan Carlos Gamero

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