AG Noticias
Crónicas al Voleo

El carpintero, el falso marqués y el falsificador… y la famosa Mona Lisa

Por Germán Tinti (Especial para AGnoticias)

Seguramente tardó unos segundos en comprender lo que pasaba. Allí, donde debía estar el cuadro de Da Vinci no había nada. Una silueta de polvo acusaba la ausencia de la obra. Tal vez Louis Bélroud haya gritado, quizás salió corriendo en busca de algún guardia. Lo cierto es que este pintor francés, que trabajaba en el Museo del Louvre en París, fue la primera persona en advertir que La Mona Lisa había desaparecido. Era el martes 22 de agosto de 1911 y La Gioconda se convertía, además de una de las obras más representativas del Renacimiento Italiano, en la imagen más popular del mundo.

Veinticuatro horas antes, aprovechando que el famoso museo parisino estaba cerrado al público y que al mismo tiempo se estaban realizando algunas refacciones, Vicenzo Peruggia, un carpintero, ex empleado, se coló con otros trabajadores, descolgó el cuadro, le quitó el marco, lo escondió bajo sus ropas y se perdió tranquilamente por la Rue de l’Almiral de Coligny con rumbo a la costanera sobre el Sena. La simpleza del robo contrasta con las innumerables medidas de seguridad que por estos días tiene cualquier museo de relativa importancia en el mundo.

Los diarios franceses publicaban, horrorizados, la noticia del robo.

Hasta entonces, la Gioconda era una obra más de la extensísima colección del Louvre. Cuando el museo se reabrió al público, una semana después del robo, ya era una celebridad. Se registró un record de concurrencia, la gente hacía cola para ver el espacio vacío como si fuera otra obra de arte. La conmoción fue mundial. De ahí a las latas de dulce de batata había un paso. Hasta podemos parafrasear a María Elena Walsh y preguntar: “¿saben, saben lo que hizo famosa a la Mona Lisa?”

Dato lateral pero no tanto: Por ese entonces, el treintañero pintor malagueño Pablo Picasso era una ascendente celebridad en el mundillo artístico de París. Gozaba de una gran reputación que trascendía al público especializado y lo convertía en un personaje de la farándula de la época. Por eso llamó la atención cuando se vio implicado en la trama del robo, junto al poeta Guillaume Apollinaire. El apoyo a una proclama del escritor futurista Filippo Tomasso Marinetti que llamaba a quemar los museos para dejar paso al nuevo arte, y el hecho de que Picasso tuviera algunos objetos de arte robados anteriormente en el Louvre los llevó a estar un par de días en cana hasta que se comprobó que no tenían nada que ver con el hecho. Las crónicas señalan que en el interrogatorio, quien años después pintaría El Guernica se portó como un perfecto cobarde.

 

Lo cierto es que durante casi dos años y medio no se supo nada más de la dichosa obra. A pesar del empeño puesto desde el principio por los investigadores de la Sûreté, a la Gioconda se la había tragado la tierra. Se convirtió en el retrato más famoso del mundo y ese sitial no lo abandonaría nunca más, pero de la tabla de álamo de 77 x 53 cm., pintada entre 1503 y 1519  –que supuestamente representa el rostro de Lisa Gherardini, esposa del comerciante Francesco de Gicondo, aunque algunas teorías insisten en que se trata del propio Da Vinci vestido de mujer– y de su o sus ladrones no se encontraron rastros por un largo tiempo.

Los visitantes del Louvre hacían cola para ver el espacio vacío en la pared que había dejado el cuadro tras el robo.

Su reaparición, casi un año y medio después, fue tan impensada como su robo. El propio Vicenzo Peruggia quiso vendérsela al Director de la Galería Uffizi de Florencia. El tipo acordó día, hora y lugar y concurrió con el cuadrito. Obvio que lo esperaba toda la yuta del mundo. En su defensa, Peruggia esgrimió motivos patrióticos, alegando que quería devolver la Gioconda al patrimonio italiano, de donde (según él) la había robado Francia. Tal vez no sabía que el propio Leonardo se la había vendido al Rey Francisco I. Lo cierto es que Vicenzo fue condenado a un año y 15 días a la sombra, aunque pasó guardado la mitad de ese tiempo. El choro preso y el cuadrito en el museo. Todos tranquilos.

Prontuario de Vicenzo Peruggia, el carpintero que se fue con el cuadro entre sus ropas.

Recién en 1932 se conocería la verdadera trama del robo. En un artículo, el periodista Karl Decker informa que todo había sido planificado por Eduardo Valferno, un tarambana argentino que se hacía pasar (entre otras cosas) por Marqués, y que luego de despilfarrar la fortuna familiar en una vida de “milonga entre magnates con sus locas tentaciones” se dedicó a robar obras de arte y vendérsela a coleccionistas privados.

Según le confesó el propio Valferno poco antes de morir, una vez que Vicenzo Peruggia se hizo del cuadro, el argentino comenzó a ofrecer como originales 6 copias perfectas realizadas por el pintor Yves Chaudron, que se especializaba en falsificar pinturas del Renacimiento. Valferno vendió las imitaciones de Chaudron a millonarios fanfarrones. Cinco norteamericanos y un brasileño pagaron, cada uno, 300 mil dólares por lo que creían, era el cuadro original de Leonardo Da Vinci. A la dupla Valferno-Chaudron no les intersaba quedarse o vender la reliquia, que permaneció en poder de Peruggia todo el tiempo, pero necesitaban la noticia de su robo. Así, los codiciosos ricachones entraban como vacas al matadero y aflojaban la billetera.

Luego de salir de prisión, el carpintero/ladrón tuvo una efímera fama en Italia, que le reconoció el carácter romántico y supuestamente patriótico de su robo, pero luego su rastro se pierde en el tiempo y ni siquiera puede precisarse el año de su muerte.

Valferno y Chaudron se instalaron en Los Ángeles, donde vendieron las falsificaciones y siguieron llevando adelante una vida despreocupada y ostentosa. El pintor francés siguió haciendo imitaciones de obras famosas para alimentar el ego de estrellas de cine. El argentino siguió living la vida loca. Sus compradores –los estafados– se quedaron en el molde. Hablar los hubiera hecho cómplices del robo y los hubiera expuesto como unos auténticos peleles con plata.

Eduardo Valferno, o «El Marqués, de Valfierno». El estafador argentino, cerebro del robo de la Mona Lisa.

Se calcula que la fortuna de Eduardo Valferno llegó a los 30 millones de Dólares. Vivió sus últimos años en la opulencia que tanto amaba, disfrutaba y necesitaba.

nakasone