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Crónicas al Voleo

El dueño de la Luna

Por Germán Tinti

El empleado del Registro de la Propiedad de San Francisco (el de Estados Unidos) dejó de escribir en el formulario, soltó la lapicera, abrió desmesuradamente los ojos y miró fijo al hombre que le hablaba.

– ¿Que quiere registrar a su nombre qué cosa?

– La Luna. Quiero registrar la Luna. Y también Mercurio, Venus, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y Plutón. Y cada una de sus respectivos satélites naturales.

En 1980 la vida de Dennis Hoper era un desastre. Su carrera como artista de variedades (era ventrílocuo) navegaba en un mar de fracasos. Su esposa lo había abandonado, estaba en la quiebra y no veía ninguna luz al final del túnel. Una noche subió a su auto con un revólver y una botella de bourbon. Condujo algunos kilómetros y se estacionó a orilla de un camino dispuesto a acabar con todo. Se bebió la mitad del whisky para tomar coraje y se durmió mirando la luna llena. En la radio sonaba la versión de Frank Sinatra de “Fly me to the moon”

“Llévame a la luna

déjame jugar entre las estrellas

déjame ver como es la primavera

en Júpiter y Marte

En otras palabras, sujeta mi mano

En otras palabras, cariño, bésame”

Puede que lo que escribí más arriba no se ajuste estrictamente a los hechos tal cual como ocurrieron, pero es tan solo una hipótesis, y como enseña Borges, las hipótesis tienen a obligación de ser interesantes. Es aquella vieja historia de “basado en acontecimientos reales”.

Lo cierto es que luego de fracasar en su intento suicida, Hope comenzó a pergeñar cómo salir de su complicada situación. “Pasaba por un divorcio, no tenía trabajo y me estaba quedando sin dinero. Imaginaba que, de haber tenido muchas propiedades, podría haber hipotecado algunas y así conseguir efectivo, mudarme a Los Ángeles y ser actor. Miré a la luna y me dije: ‘Ahí hay un montón de propiedades’. Y así es como empezó todo”, recuerda este hombre que hoy pisa los 70 años, nacido en Concord, a pocos kilómetros de San Francisco, y que además de ventrílocuo también fue vendedor de autos, empleado de zapatería y productor de televisión. Como si fuera poco, tiene un posgrado en sociología.

Lo primero era averiguar a quien pertenecía la Luna. En una biblioteca pública se encontró con una copia del Tratado del Espacio Exterior (el nombre completo es “Tratado sobre los principios que deben regir las actividades de los Estados en la exploración y utilización del espacio ultraterrestre, incluso la Luna y otros cuerpos celestes”), firmado inicialmente en 1967 entre Estados Unidos, Reino Unido y la Unión Soviética. Con los años más de 100 países adhirieron a este acuerdo que fundamentalmente representa el marco jurídico básico del derecho internacional del espacio. Entre otros principios, prohíbe a los estados partes del tratado la colocación de armas nucleares u otras armas de destrucción masiva en la órbita de la Tierra, su instalación en la luna o cualquier otro cuerpo celeste, o de otra estación en el espacio exterior. Se limita exclusivamente a la utilización de la luna y otros cuerpos celestes con fines pacíficos y prohíbe expresamente su uso para la realización de pruebas de armas de cualquier tipo, la realización de maniobras militares o el establecimiento de bases militares, instalaciones y fortificaciones.

Pero hubo un punto de este tratado que llamó la atención de Denis Hope. El documento prohíbe expresamente a cualquier gobierno o nación reclamar propiedad sobre cualquier planeta o sus recursos.

“Vaya –pensó Hope–  habla de naciones o estados. Nada dice de particulares o empresas.”

A partir de allí comenzó a desarrollar un proyecto tan delirante como –vistos los resultados– redituable. Una vez registrada la Luna y los planetas a su nombre, notificó la novedad a las Naciones Unidas y como nunca recibió ninguna respuesta, dedujo que “el que calla, otorga” y fundó la “Embajada Lunar”, una empresa dedicada a vender terrenos en la Luna, Marte y demás cuerpos celestes del Sistema Solar.

Una locura.

Hoy esta locura es una empresa multimillonaria, que vende lotecitos de poco menos de media hectárea (un acre) por unos 25 dólares. Tal es el éxito que por U$S 75.000 se puede conseguir una franquicia para establecer una Embajada Lunar en tu barrio. Por ahora hay sedes en 12 países.

Ex presidentes de Estados Unidos como Ronald Reagan y Jimmy Carter tienen su parcela lunar. Los dueños de las cadenas Hoteleras Hilton y Marriot también. Ya se han vendido terrenos extraterrestres a 6 millones de personas y unas 1.500 empresas de 80 países. Casi dos mil argentinos son propietarios de estos inmuebles alienígenas.

Es necesario dejar en claro que Denis Hope no es el primero que reclama la propiedad del satélite natural de la tierra. Tal vez el más conocido (y el más romántico) haya sido el abogado, pintor y poeta chileno Jenaro Gajardo Vega, quien el 25 de septiembre de 1954 se declaró propietario de la Luna y al morir en 1998 la dejó como herencia al pueblo de su país. Hasta ahora los herederos no le reclamaron nada a Hope. No quiero imaginar lo que sería el juicio sucesorio.

Volviendo a Borges

“Hay tanta soledad en ese oro.

La luna de las noches no es la luna

que vio el primer Adán. Los largos siglos

de la vigilia humana la han colmado

de antiguo llanto. Mírala. Es tu espejo.”

Hope le hizo caso al venerado maestro de la literatura universal, Agregó sus llantos de fracaso al historial lunar, se reflejó en ella y cambió su vida para siempre.

¿Un estafador? Sí, pero no más que aquellos que prometen felicidad con un auto o una gaseosa. Dennis Hope (ese apellido significa “esperanza”) ofrece una ilusión, una pequeña parcela de miles de poesías, canciones, besos en la penumbra, horas de introspección, solitarios cigarrillos, juveniles fogones, íntimas confidencias y absurdas fantasías. Por el precio de una camisa podemos ser “poseedores” de parte de esa luna a la que le cantaron, desde tiempos inmemoriales, todas las civilizaciones. Atahualpa, Machado, Sting, Gardel, Ives Montand, Paul McCartney, la Mona Jiménez, Lugones y Carlos de la Púa entre tantos otros la tuvieron como inspiradora. Y Denis Hope la convirtió en un gran negocio.

¿Moraleja? No hace falta.

nakasone