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Crónicas al Voleo

El misterio de los Urales

Por Germán Tinti

 

Los nueve llegaron en tren desde Ekaterimburgo a Ivdel el 25 de enero de 1959. Allí, un camionero se ofreció a llevarlos hasta Vizhai, último lugar poblado antes de emprender la marcha en esquíes hasta el monte Gora Otorten, una montaña de más de 1.200 metros. Era invierno y el objetivo elegido era considerado entre montañistas como de Grado III (el más difícil). No eran unos improvisados, los 9 tenían amplia experiencia en este tipo de aventuras. Llevaban una vieja Zenit y suficientes rollos de 35 mm para realizar un registro gráfico de la expedición.

La expedición viaja en camión rumbo a Vizhai.

La más joven del grupo, Liudmila Dubinina, tenía 20 años. El más veterano era Alexander Zolotarev, un excombatiente de la 2ª Guerra Mundial de 38 años. Todos eran estudiantes o egresados del Instituto Politécnico de los Urales (hoy Universidad Técnica Estatal de los Urales). El líder era Igor Dyatlov y la nómina de expedicionarios se completaba con Zinaida Kolmogorova, Alexander Kolevatov, Rustem Slobodin, Yuri Doroshenko, Nicolas Thibeaux-Brignolles y Yuri Yudin, quien a último momento se tuvo que volver debido a una fuerte lumbalgia.

Yuri Yudin, que debió abandonar la expedición por una lesión, se despide de sus compañeros en Vizhai.

De acuerdo a lo pactado previamente con el club deportivo del Instituto Politécnico al que pertenecían los expedicionarios, Dyatlov debía enviar un telegrama a Ekaterimburgo una vez que hubieran regresado a Vizhai, lo que –estimaban– ocurriría el 12 de febrero. En este tipo de travesías suelen ocurrir imprevistos que demoran los planes, así que a nadie alarmó que el día 12 no se recibiera el aviso. Ni el 13, ni el 14… Recién el 20 de febrero un grupo de voluntarios, estudiantes y docentes emprendió una expedición para buscar al grupo. Las autoridades estatales se involucraron recién el 23, con efectivos de la policía, helicópteros y aviones. El 26 aparecieron los primeros rastros y el panorama se tornó estremecedor.

El buen humor reinaba en el grupo. Mientras unos miran a la cámara, otros bromean. Nada hacía pensar el fatal desenlace.

De acuerdo a la reconstrucción que se hizo posteriormente, una tormenta de nieve los habría desorientado y desviado de la ruta planificada, obligándolos a acampar, el 1 de febrero, en una de las laderas del Kholat Syakhl (“Montaña de la Muerte” en el idioma mansi). Allí ocurriría el drama que los llevaría a la muerte y que –hasta ahora– nadie puede asegurar en qué consistió.

Lo cierto es que, como decíamos, el 26 de febrero la expedición de rescate encontró los primeros restos: la carpa, que “estaba medio derribada y cubierta de nieve. También estaba vacía y todas las pertenencias y los zapatos del grupo no estaban”, según palabras de Mikhail Sharavin, uno de los integrantes del grupo de búsqueda. La tienda estaba desgarrada desde adentro y de ella se desprendían 8 o 9 pares de huellas que se perdían al llegar a un bosquecillo ubicado a un kilómetro y medio del campamento. En el borde del bosque encontraron los restos de una hoguera junto con los dos primeros cadáveres, los de Yuri Krivonischenko y Yuri Doroshenko, descalzos, en ropa interior y boca arriba. Todo hacía pensar que antes de fallecer habían pretendido trepar por el tronco de uno de los pinos. Entre el bosque y el campamento se encontraron tres cadáveres más, los de Igor Dyatlov, Zinaida Kolmogorova y Rustem Slobodin. Fueron localizados a intervalos separados de 300, 480 y 630 metros desde el campamento. Los integrantes de este grupo estaban mejor vestidos pero igualmente descalzos. Los otros cuatro cuerpos fueron encontrados dos meses después, a 75 metros del sitio donde aparecieron los dos primeros, junto a un arroyo y bajo 4 metros de nieve. Lyudmila Dubinina estaba de rodillas apoyando el pecho en una roca. Las cuencas de sus ojos estaban vacías y también faltaba su lengua. Semyon Zolotaryov fue encontrado en el barranco también con las cuencas vacías; y los cuerpos de Alexander Kolevator y Nikolai Thibeaux-Brignolle se estaban abrazados uno a la espalda del otro. Los cuatro se hallaban mejor vestidos que el resto de sus compañeros, algunos incluso estaban calzados.
No había explicaciones posibles a este festival de muerte. Algo los había obligado a huir de la carpa sin abrigo suficiente para enfrentar temperaturas de 20 grados bajo cero. Las autopsias aportaron las causas eficientes de las muertes, pero no ayudaron a dilucidar el por qué. Cinco de los cadáveres presentaban contusiones leves y algunas escoriaciones, pero fallecieron por hipotermia. Los otros cuatro sí presentaban serias lesiones que les provocaron la muerte. Además, para agregar más interrogantes, algunos de los cuerpos mostraban rastros de radioactividad.

Uno de los cadáveres de los expedicionarios, hallado enterrado por la nieve.

Muy al estilo soviético, la investigación se cerró y  archivó apenas cayó la última palada de tierra sobre el último de los ataúdes. No hubo una explicación oficial sobre los motivos que desataron la tragedia. Llegaba el momento de las viejas y queridas teorías conspirativas. Se tejieron varias: Que fueron asesinados por una tribu Mansi vecina; que fueron confundidos por unos fugados de un campo de trabajos forzados cercano; que se intoxicaron consumiendo hongos alucinógenos o por el humo del hornillo encendido en la tienda; que fueron víctimas de un experimento de teletransporte (que inspiró la película The Dyatlov Pass Incident) o que se vieron afectados por una súbita fluctuación gravitacional en la zona. Pero las más fuertes, las más populares, las que espera la  hinchada, son tres: Yeti ruso, extraterrestres y KGB.

El canal supuestamente científico Discovery Channel abonó, en 2014, la teoría que sugiere que los exploradores pudieron ser atacados por la versión rusa del animal criptozoológico conocido como “el yeti”. El documental finaliza comentando que no hay evidencia que sostenga esta hipótesis (vaya sorpresa).

Lo de la KGB es una teoría sugerida por el autor ruso Alexei Rakitin, que argumentó un su libro “Dyatlov Pass” que Alexander Zolotaryov, Alexander Kolevatov y Yuri Krivonischenko podrían haber pertenecido al Comité para la Seguridad del Estado de la Unión Soviética pero actuando también como espías de la CIA. Según esta teoría, algo salió mal y ya lo dijo el genial Daniel Salzano: “Pero ya saben como ocurren estas cosas / Siempre hay detalles que se escapan del libreto. Sin entrar en mayores detalles, Rakitin hace aparecer a todos muertos sin explicar por qué. En general se cree que este autor podría haber leído demasiadas novelas de John Le Carré. Pero al igual que ocurre con sus teorías, tampoco hay evidencia al respecto.

El 26 de enero, los escuadrones de rescate encontraron el campamento.

Ahora la que todos esperábamos: ¡Aliens! En 2011, la serie del canal History Channel “Alienígenas ancestrales”, hablando de los lugares malditos, se refirió al del paso Diatlov, diciendo que los alienígenas pudieron haber causado estas muertes. Tal como es costumbre, el nulo rigor documental de la emisión hizo que se omitiera olímpicamente cualquier tipo de prueba,

Lo cierto es que nunca se pudo llegar a ninguna hipótesis satisfactoria. Una vez extinguida la URSS algunos investigadores pudieron acceder a los archivos oficiales, pero no pudieron arribar a ninguna conclusión que explique los hechos de aquella helada noche en una de las laderas de la Montaña de la Muerte, que parafraseando a Spinetta, llevaba su venganza a cabo.

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