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Guardar el puñadito de lágrimas en el bolsillo y sacar la mano para seguir peleando

Guardar el puñadito de lágrimas en el bolsillo y sacar la mano para seguir peleando

Por Gabriela Weller 

 

Hay unos vecinos, una familia, un pueblo, que anoche no durmieron.

Dormimos tarde y mal las mujeres del Valle y se fueron enterando e indignando los círculos feministas, como piedra en el estanque.
En los preparativos de un nuevo 3 de junio -aniversario del nacimiento del Colectivo Ni una Menos- la fiesta, los carteles, la alegría que siempre decimos que jamás nos van a quitar, se congelaron.

Cada nuevo femicidio duele más. Las mujeres avanzamos en conciencia y en organización, pero seguimos perdiendo compañeras. Por eso duele más, porque tenemos la ilusión de que Se va caer y Ni Una menos y Vivas nos queremos, dependen de nuestra voluntad y compromiso militantes. Y en gran parte es así, pero no alcanza.
Crecemos, está claro, pero no podemos salirnos. Porque el telar no funciona si no hay una urdimbre. Es eso, una guía de hilos para cualquier tejido, el patriarcado. Sobre él construimos; se nos impone caminar por cada hilo, más o menos trágicamente. Nosotras cruzamos, cambiamos los colores, hacemos nudos y otras formas creativas, pero los hilos de la urdimbre están siempre ahí. Y un día -son nueve femicidios en Córdoba, en estos cinco meses- asoma la punta del cuchillo, mata y vuelve a fundirse en el entramado, casi invisible, de la sociedad patriarcal.

Guardar el puñadito de lágrimas en el bolsillo y sacar la mano para seguir peleando

Duele más, porque sabemos que algo más se podía hacer. Duele mucho más, porque con cada muerte morimos todas un poco y al día siguiente hay que guardar el puñadito de lágrimas en el bolsillo y sacar la mano para seguir peleando.

Me confirman que el asesino -cómo duele esa palabra para un chico de 20 años, al que estábamos a tiempo de educar- se acaba de entregar. Pero más me duele que la piba, de apenas 18 añitos, ya no volverá a estar nunca más entre nosotras.

La actividad en las redes, los mensajes en el teléfono, las noticias serias y de las otras, no paran de circular. En los grupos más organizados intentamos que el dolor no nos paralice y pensamos qué hacer, organizamos la resistencia, seguimos preparando la marcha con la sensación de que nada alcanza. Pero hay que seguir.

Guardar el puñadito de lágrimas en el bolsillo y sacar la mano para seguir peleando

Una amiga con una mente maravillosa y un corazón inmenso me consuela. Hay que deconstruir el amor romántico, me dice, porque siempre se conocen, hay lazos, hay celos, hay prejuicios, vergüenza, miedos. Yo miro a la compañera de al lado y tengo ganas de abrazarla, de contarle y que me cuente. No se nos ocurre otra forma de construir un pacto de contención y cuidados entre nosotros mismas.

Mi amiga tiene razón. Parafraseando a Kate Miller me recuerda que mientras nosotras amamos, ellos gobiernan, en casa, en el barrio o en la Rosada. No pienso dejar de amar, sólo quiero aprender a gobernar en igualdad y pluralidad de sexos, sin renunciar al amor.
Educación. Educación y Políticas Públicas son la única esperanza de futuro.

Mientras tanto, digan ustedes qué hacer. Yo escucho y acompaño, porque estoy desolada y el dolor me puede.

Guardar el puñadito de lágrimas en el bolsillo y sacar la mano para seguir peleando

Alejandra, Aydee, ni siquiera sabíamos exactamente su nombre, te pido perdón por no haber estado allí a tiempo. Y el tiempo preciso no era el de parar el arma asesina, era antes, mucho antes, cuando te celó por primera vez; cuando te levantó la voz y te pegó; cuanto te abandonó embarazada. Y cuando él mismo no supo qué hacer y terminó matándote.

Suena el teléfono. Otro femicidio, en el Sur de Córdoba…
Ya no tengo palabras.

 

(*) Miembro de la Asamblea de Mujeres de Paravachasca y de la Red PAR (Periodistas Argentinas en Red por una comunicación no sexista)

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