Miles de peregrinos comenzaron a llegar desde anoche y le cambian la fisonomía a la ciudad. El Santuario de Nuestra Señora de Lourdes los recibe en esta fiesta.
Fiesta completa. Fiesta de fe. Fiesta de religión y de pasión por la Virgen de Lourdes. Como cada año, miles y miles de promesantes llegan a nuestra ciudad desde distintos puntos de la provincia para renovar su devoción por la Virgen de La Gruta.
Con el marco de un operativo que inició ayer por la tarde, y que ocupa a Policía, Caminera, Defensa Civil, Bomberos y Municipalidad entre otras áreas, los peregrinos fueron llegando a Alta Gracia en total orden y de acuerdo a lo informado por la organización, sin mayores inconvenientes.
Las primeras horas de la mañana mostraba un incesante ir y venir de gente por la calle Pedro Bútori. Muchos, volviendo del Santuario luego de la promesa realizada. Otros, arrastrando su cansancio de kilómetros dispuestos a rezarle a la virgencita.
Todos, unos y otros, con la satisfacción de saber que un año más se renueva la fe, se vuelve a apostar por un pedido o a agradecer por un favor recibido.
En torno a ellos, lo de siempre. Una romería de puestos donde todo se puede conseguir a buen precio si uno no es muy riguroso con la calidad. Juguetes, imágenes de la Virgen, artículos electrónicos, ropa, estampitas, choripanes, velas, locro, rosarios… todo se entremezcla a cada costado de la calle como en un prolongado cambalache votivo.
El arroyo también muestra las imágenes de una procesión que acaba y cuyos cuerpos necesitan un descanso. En carpa, con mantas, envueltos en colchas o en una reposera, todo es válido a la hora de tomar fuerzas para volver a casa.
Y hablando de volver. La Terminal no es ajena a esta fiesta. Con horarios súper reforzados, las empresas de transporte (que ya llenan sus unidades cada día con la gente local) ven atiborrados sus colectivos rumbo a Córdoba. Largas colas para comprar boletos, tan largas como para espera el próximo ómnibus.
En el predio de La Gruta, todo es fiesta. Todo es promesa y agradecimiento. Desde el ingreso mismo hasta el Santuario propiamente dicho, los peregrinos se agolpan y caminan los últimos e interminables metros. O se arrodillan y así avanzan. O lo hacen arrastrando sus cuerpos cansados entre las piedras del camino. Cada uno entiende la fe a su manera, al fin y al cabo.