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No entres ahí: La historia de las Salamancas

En la profundidad del monte norteño, y allá en lo hondo de las memorias populares, se encuentra la leyenda de las Salamancas. Un mito, no tan mito, que cobra vida cada vez que alguien se anima a preguntar qué son y si existen.

¿Qué es una Salamanca? Le preguntamos a Miguel Ángel, un santiagueño que ahora reside en Córdoba, “La Salamanca es la cueva del diablo” afirma con total seguridad.

“Cuando trabajaba en el campo, un día se me escaparon unas ovejas del corral y tuve que ir a buscarlas antes de que llegara la noche. Porque si algo nos habían dicho  los patrones es que no teníamos que andar por el monte cuando el sol se esté escondiendo”, comienza a contar Miguel quien sitúa la historia allá por los años ’60 en el pueblito de Pala Pala, cercano a Ojo de Agua, Santiago del Estero.

“Íbamos con el caballo tratando de no alejarnos mucho pero como no las encontrábamos por los alrededores tuvimos que alejarnos un poco más y ahí fue cuando llegamos al pie del monte casi. Ya había bajado el sol, en ese entonces no había alumbrado público –bromea Miguel-,  y fue cuando vi una fogata justo debajo de la montaña. Estábamos muy cerca. En ese momento pensé ¿quién puede estar a esta hora ahí?”. Paró el relato para beber un poco de la gaseosa que nos separaba, y mientras me aclaraba “En el pueblo se sabía que había estas cosas, como en todos lados, pero yo nunca las había visto”.

En Cerrillos, el historiador y cronista Luis Borelli revive en sus fábulas, las aventuras de un zorro y un tigre en las salamancas.

Miguel continúa con la historia “Sabía que no tenía que acercarme, pero a veces la curiosidad nos juega una mala pasada. Fueron sólo unos metros que anduvimos y ya sabía que tenía que irme lo más lejos que pudiera de ese lugar. La fogata y los acordes de la guitarra, me hicieron saber que ahí no debía de entrar. Esa era una Salamanca.

En mi impulso por querer saber más, continué mi búsqueda en el tan consultado Google: “Lugar legendario que aparece en numerosas leyendas hispanoamericanas. Se trata de un antro donde brujas y demonios celebran sus aquelarres”, rezaba el buscador. ¿Se trataba entonces de un lugar de reunión de algunos  practicantes de la magia oscura? Continué consultando y me encontré con una nieta, que nutrida de la historia de su abuelo, pudo esclarecer más mis dudas:

“En Cachi está viva todavía la leyenda de las Salamancas. Yo nunca vi una, pero cuando voy viajando y  bajo de los cerros, veo como en el pie de las montañas –donde no hay casas- se ven luces”, nos comparte Jazmín una joven criada entre los montes salteños. Según pudo compartirnos, la leyenda salteña que se transmite de generación en generación dice que se trata de una cueva que le aparece a aquel que se encuentra en medio del campo cuando el sol está bajando. La  Salamanca se enciende en medio de la oscuridad y se escuchan guitarras dentro, como si una fiesta pagana estuviese invitándote a pasar.

Cachi, Salta
Cachi, Salta

Música y fiesta ¿qué estaría mal?, consulto. Me interpelan enseguida y aclaran La Salamanca es del diablo. Quien entra ahí puede pedir lo que quiera, cualquier cosa; pero cuando lo haga va a tener que despojarse no sólo de su religión –si es que es católico- sino que también de su alma”.

Al parecer notó mi cara de sorpresa o algún dejo de incredulidad y procedió a darme un ejemplo, como quien justifica las respuestas en un examen, “Un famoso cantante de esta zona hizo un pacto con Satán. Él pidió aprender a cantar y el Diablo se lo concedió. Pero también le despertó, años más tarde, un cáncer de garganta que lo llevó a la muerte”. Tras el relato, procedí a corroborar la información y si, ese tan famoso músico había fallecido de un cáncer de garganta.

Algo me dejaron estas entrevistas y es que si veo una luz, si escucho unas guitarras o si diviso siluetas que danzan en el medio del campo y en la oscuridad, son las salamancas y sé que ahí no debo entrar. A menos que quiera arriesgarme a cumplir un deseo y después tenga que pagarlo –tal vez-  con la vida.

 

nakasone