AG Noticias
Editorial

Pasión y razón: ¿ el despertar de la política?

Pasión y razón: ¿ el despertar de la política?

Don Juan tiene esa sapiencia de los años y haber vivido su Argentina bien desde adentro, poniéndole pasión y garra cuando tuvo que salir a pelear el mango para dar de comer a sus retoños y ser jefe de hogar, y también cuando tuvo que ponerse al frente de manifestaciones públicas, con el fragor de la juventud como combustible detonante de sus acciones hoy… piensa su respuesta.

Una respuesta que sabe que cuando salga de sus labios en forma de palabra se deberá transformar en consejo -quizás, ni siquiera será nada de ello en forma inmediata, pero así debe ser- y él, un viejo con corazón y mente siempre joven, jamás ha rehuido de sus responsabilidades y hoy la historia lo manda a cumplir un nuevo rol, uno que lo llena de alegrías aunque a veces no lo diga, uno que lo nutre y lo hace sentir el orgullo de ver ese pequeño jovencito que lo confronta en su propia simbiosis de sangre caliente pero con otras aristas, con otros contextos, pero en definitiva con la pasión que debe ser encausada pero jamás opacada. El hombre sabe, porque la experiencia es madre de todas las cosas, que la conjunción perfecta con la razón hacen la historia, cambian las realidades y en definitiva construyen futuro.

  • Abuelo, la política es una porquería, son todos unos ladrones y son todos lo mismo, solo quieren llegar para afanar. Yo no quiero saber nada con la política, hoy me fueron a querer convencer que vaya a las reuniones de jóvenes del partido tuyo y casi le doy una trompada, ¡Caraduras! Andá a saber que estará negociando el que me invitó.

Silencio… el anciano piensa y mira a su nieto, se ve reflejado. El joven, que nació y creció en democracia y cuyo nombre, Franco, siempre le recuerda al longevo militante el sentido de anteponer las necesidades colectivas a las propias. Su cuestionamiento lo hace llevar al más profundo balance de vida.

La palabra política tiene varias definiciones y en la obra “Política” de Aristóteles la mostraba con una forma de ejercer funciones dentro de las “polis” o ciudades en aquella cultura que nos marcó en la forma de gobierno que hoy tenemos. Si queremos buscar una acepción más actual la política es la forma de organizarse de grupos para tomar decisiones.

En esta época quizás sea bueno decir que en el caso de quien escribe estas líneas, un cincuentón que vivió ese paso de la dictadura a la democracia, es propicio no dejar de gritar que yo creo en la política como herramienta de cambio, de acción. Creo en ella desde que me emocionaba con los discursos de Alfonsín que me invitaron a hacer mis primeros pasos en conocerla y sentirla como un estilo de vida.
Siento la política desde Oscar Alende y su revolucionario Partido Intransigente como tercera fuerza de la década del 80.
Creo en la política desde Franja Morada, la JUP o los frentes de izquierda universitarios.
Creo en la política desde los centros de estudiantes que formábamos apenas recuperada la democracia y no se ha borrado de mi mente la Federación de Centros de Estudiantes Secundarios donde debatíamos jóvenes con ideales.
Yo creo que la política es buena, necesaria e imprescindible para que podamos ser más sociedad, más comunidad, más pueblo unido.
Deberemos, de alguna manera, explicar a las generaciones que vienen este golpe fuerte que le dieron a ella usándola para su bien personal y accedieron a beneficios que ella le da para ejercer, la manipularon y ensuciaron su digno y altruista sentido y esencia pero así y todo ella seguirá siendo la mejor herramienta para todos y entre todos.

La naturaleza en su sabiduría exquisita y exacta nos muestra que todas las enfermedades de los seres humanos las curamos si atacamos en forma directa donde la misma se halla. De esta manera por ejemplo una infección hepática se curará con la ingesta de antibióticos que desde adentro de nuestro cuerpo cure esa dolencia y así también vamos a curar a la política: no rechazándola y mirándola como una peste a la que no queremos escuchar nombrar sino revistiéndonos de capacidades curativas y metiéndonos dentro de la misma. ¿Utópico?, quizás, pero sin sueños la vida no tiene sentido y por eso a la política yo la siento, la quiero y la democracia la necesita.

Don Juan miró a su nieto a los ojos, no le dijo nada y se fundieron en un abrazo, le dijo que lo amaba y que esa fuerte convicción que sentía el joven era la esperanza de que podría ser parte del cambio y que solo debía encontrar el equilibrio entre la pasión y la razón.

“Educar la mente sin educar el corazón no es educar en absoluto» decía Aristóteles y desde nuestra generación tenemos esa responsabilidad de educar desde los afectos para que cuando ellos actúen junto a la razón, surja efectos.

nakasone