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Crónicas al Voleo

Sinatra y los negros

Sinatra y los negros

Por Germán Tinti

 

Hoboken es un municipio del llamado “Jersey side” situado sobre la costa este del río Hudson. A principios del siglo pasado era una ciudad de clase obrera, parte integral del Puerto de Nueva York y Nueva Jersey y sede de importantes industrias. Entonces era cuadrícula urbana de edificios de tres o cuatro pisos con frente de ladrillos, de muelles con febril actividad y multiplicidad de idiomas, de sueños de progreso soñados por trabajadores italianos y negros. Allí se jugó el primer partido de beisbol de la historia, cuando en 1846 se enfrentaron en los Elysian Fields el el Knickerbocker Club) y el New York Nine. Allí también nació y creció Francis Albert Sinatra.

Sus padres eran inmigrantes italianos. Ella trabajaba como comadrona y estuvo presa por practicar abortos ilegales. Su padre era boxeador, bombero y atendía una de esas tabernas que en la época de la prohibición se conocía como speakeasy, ya que vendían  alcohol ilegal y se recomendaba “hablar despacio”.

No fue fácil crecer en una ciudad con una marcada división entre grupos étnicos. Sinatra lo recordaba así: «A menudo me llamaban wop (siglas de without papers, sin papeles), y bandas de otros barrios me perseguían y me daban palizas. Nunca olvidaré cómo me dolía cuando los niños me llamaban ‘dago’ (insulto destinado a italianos) cuando era pequeño. Es una cicatriz que me duró mucho tiempo y que jamás he olvidado del todo».

Sinatra y los negros
Los inmigrantes se apiñaban en aquel distrito portuario de New Jersey donde creció Sinatra.

De Frank se cuentan muchas historias. Las que se refieren a su relación con la mafia son las más jugosas y han sido reflejadas con poco disimulo en la película “El Padrino”. Allí la figura de “La Voz” está retratado en el personaje de Johnny Fontane, interpretado por Al Martino. Y es que a finales de la década de 1930, Sinatra se hizo amigo del mafioso Willie Moretti y gracias a esta relación comenzaría a ascender en su carrera profesional y consiguió un contrato con la orquesta de Tommy Dorsey. Sin embargo, en 1940, la popularidad del cantante sería tan grande que comenzó a buscar una mejor relación contractual, debiendo, para ello, terminar con Dorsey. La versión más popular indica que pidió ayuda a Moretti y que una pistola en la boca de Dorsey acabaría logrando que le vendiera el contrato por un dólar. En la película, Michael Corleone (Al Pacino) le cuenta la anécdota a su novia Kay Adams (Diane Keaton) en la boda de su hermana.

Sinatra y los negros
Johnny Fontane, el personaje creado por Mario Puzo para «El Padrino».

En el filme, las referencias a Frank Sinatra son pocas pero muy precisas. Y si el director, Francis Ford Coppola, no le dio más minutos al personaje de Fontane es porque mientras se rodaba la película existió un encuentro que el propio cineasta recuerda: «Una tarde me crucé con Frank Sinatra en un bar exclusivo de Hollywood. Puso sus brazos en mis hombros, acercó su cara a la mía y con una sonrisa y con voz firme me pidió que el personaje no tuviera demasiado protagonismo en la película». Por entonces, todavía era recordado un encuentro que había mantenido el cantante algunos años antes con el autor de la novela “The Godfather”, Mario Puzo en el exclusivo restaurante Chasen’s al que el escritor había sido invitado por un millonario. Al ver entre los comensales a Sinatra, el millonario se apresuró a presentarlos. Frank, sin levantar la vista del plato dijo que no tenía interés en conocerlo, pero luego comenzó a increparlo por el personaje que lo ficcionaba. A los gritos insultó a Puzo, que desesperadamente huyó del lugar, mientras que el cantante, para humillarlo aún más, le gritaba: «Lo único que falta ¿te vas a desmayar también?».

Ese tipo de desplantes no eran extraños en el universo Sinatra. El escritor Gay Tales, en su artículo “Sinatra está resfriado” relata un hecho casual en un club privado de Los Ángeles:

«–¡Eh! –gritó (Sinatra) con su voz algo ronca, que todavía tenía un suave eco agudo–, ¿son italianas esas botas?

–No –contestó Ellison.

–¿Españolas?

–No.

–¿Son botas inglesas?

–Mire, amigo, no lo sé –contestó Ellison, frunciendo el ceño a Sinatra y volviéndose otra vez.

En la sala de billar se hizo un repentino silencio. Leo Durocher, doblado con el taco en la mano, se quedó clavado en esa posición un segundo. Nadie se movió. Sinatra se despegó del taburete y empezó a caminar lentamente, con sus andares arrogantes, hacia Ellison. El único ruido en la sala era el taconeo de Sinatra. Luego, mirando de arriba abajo a Ellison con las cejas algo levantadas y una media sonrisita, Sinatra preguntó:

–¿Espera usted una tormenta?

Harlan se volvió ligeramente.

–Oiga, ¿hay alguna razón para que se dirija a mí?

–No me agrada su forma de vestir –contestó Sinatra.

–Siento disgustarle –dijo Ellison–, pero visto como quiero.

Sinatra preguntó:

–¿Qué hace usted?

–Soy fontanero –contestó Ellison.

–No lo es –intervino rápidamente un joven del otro lado de la mesa–. Ha escrito (el guión de la película) El Oscar.

–Oh, sí –replicó Sinatra–. La he visto y es una mierda.

–Es raro –dijo Ellison–, porque todavía no se ha estrenado.

–Pues yo la he visto y es una mierda –repitió Sinatra.

Entonces Brad Dexter, demasiado grande frente a la bajita figura de Ellison, dijo, muy nervioso:

–Venga, chico, no quiero que se quede aquí.

–Eh –interrumpió Sinatra a Dexter–: ¿No ves que estoy hablando con este tipo?

Dexter se quedó confuso; luego cambió completamente de actitud y, en voz baja, casi implorando, dijo a Ellison:

–¿Por qué insiste en molestarme?»

Sinatra y los negros
Junto a su gran amigo, Sammy Davis Jr.

Pero si bien las historias más entretenidas de Frank Sinatra son las que lo relacionan con la mafia, hay un costado poco conocido del mejor crooner de la historia: su militancia a favor de los derechos civiles, lo que le valió ser tildado de “comunista” durante el macartismo.

Como quedó dicho por el propio Frank, los ataques racistas sufridos en la infancia lo marcaron y por ello tenía una empatía especial hacia las minorías raciales, especialmente la comunidad negra. Sus orquestas se integraban mayormente con músicos afroamericanos, uno de sus mejores amigos era Sammy Davis Jr.

Un ejemplo sirve para ilustrar lo que afirmamos: En Las Vegas Sinatra hizo crecer su leyenda y su fama. Esto lo hizo de la mano de dos músicos claves en su carrera: Count Basie y Quincy Jones. «Un día de 1964 sonó el teléfono –recuerda Jones– Soy Frank Sinatra, me gusta lo que Count Basie y tú hicisteis y quiero que compongas y arregles mi próximo disco”. Desde entonces la carrera de Quincy fue en ascenso. Pero no todo era rosas. Las Vegas era territorio hostil para los negros. Los músicos de color no podían alojarse dentro de la ciudad y debían instalarse en los suburbios. En la ciudad de los vicios se aceptaba a los afroamericanos mientras fuesen cantantes y estuviesen sobre el escenario. Sammy Davis Jr o Harry Belafonte eran estrellas en Las Vegas, pero tenían que comer en la cocina. Tampoco podían entrar en los casinos y mucho menos alojarse en los hoteles.

Sinatra y los negros
Frank, junto a Joe Louis y Jack Dempsey

Esta situación indignó a Sinatra, que no se quedó callado. «La intolerancia es un mal espantoso, es terrible –recordaba en una entrevista–. Empecé a quejarme por ello. Les dije a los dueños de los casinos que si mis amigos tenían que vivir en la otra punta de la ciudad podían prescindir de mí».

Hubo un antes y un después. El terror por perder a uno de los artistas más exitosos del mundo cambió la forma de pensar y de tratar a los negros en Las Vegas y fue una chispa que recorrió la nación en una época muy convulsionada por los reclamos por los derechos civiles.

Se involucró con el tema. Participó en dos conciertos benéficos a favor del movimiento liderado por el Doctor Martín Luther King, quien embargado por la emoción escuchó a Sinatra cantar Ol’Man River en el Carnegie Hall neoyorquino: «Aquí todos trabajamos a lo largo del Mississipi/aquí todos trabajamos mientras los blancos juegan/cargando los barcos del amanecer al atardecer/sin descanso hasta el día del juicio final», cantó Sinatra.

 

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Junto a Jhon Fitzgerald Kennedy, en una de las varias apariciones públicas juntos.

No fueron pocos los gestos del ciudadano más famoso de Hoboken a favor de las minorías raciales. Son más comentados sus devaneos políticos, que lo llevaron a apoyar abiertamente a Kennedy primero, a Nixon después y finalmente a Reagan. Pero algunos gestos suyos abrieron más puertas a la comunidad negra que muchos de los apasionados discursos de políticos en campaña.

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