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Editorial

Soñar no cuesta nada, pero vale la pena

Por Juan Carlos Gamero

 

«Yo tengo un sueño», comenzó diciendo el Dr. Martin Luther King en su famoso discurso en el que hablaba de sus sueños de un país donde no hubiera diferencias entre blancos y negros. Un país que hoy calificaríamos de «inclusivo» pero que por aquellos tiempos, alcanzaba con pensarlo en que a la gente de color no la molieran a palos o la colgaran solo por su color de piel.

Esta columna es un tanto menos ambiciosa que lo expresado por King y no pretende tener los alcances que tuvo su discurso. Pero igual, como nacido en Alta Gracia y como periodista, se siente la necesidad de soñar.

Entonces, sueño con un Encuentro de Colectividades con menos políticos en primera fila de plateas y más agregados culturales de otros países presentes. Con menos figurones y más figuras.

Sueño con una comisión organizadora que se preocupe por los grandes artistas, pero que también se ocupe del arte.

Sueño con una comisión que integre en sus filas a representantes de las colectividades, a personalidades locales de la cultura, a personas que además de aspectos organizativos, aporten ideas para recuperar valores que esta fiesta fue perdiendo a manos de la remanida frase «son otros tiempos, no hay espacio para líricos ni románticos».

Sueño en que sí haya espacio para ellos. Para que al negocio que todos pretendemos que sea la fiesta (porque los números deben cerrar, eso está claro) se le sume calidad artística, contenido cultural, reconocimientos a inmigrantes, aquella esencia inicial que le dio origen. Para que el dinero no nos haga perder de vista que es el «encuentro de colectividades», no un simple festival musical por importante que sea el escenario de cada noche.

Sueño que los puestos de comida los manejen los naturales de cada país o sus descendientes, y que en el espacio de cada uno haya muestras culturales y artísticas de cada lugar. No que sean empresarios gastronómicos que terminan vendiendo choripanes en el puesto de Francia, o haciendo cantar cuarteto en la carpa de México.

Soñar no cuesta nada, dicen. A la fiesta mayor de Alta Gracia le haría falta de vez en cuando que alguien la sueñe distinta.

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