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Tras ocho años de litigio, finalmente lo condenaron por agresión sexual

Jorge Alfaro, condenado por abuso sexual en grado de tentativa

En sede tribunalicia, el jueves Jorge Alberto Alfaro fue sentenciado a cuatro años de prisión efectiva por intento de abuso sexual en perjuicio de una mujer. La historia ocurrió en Alta Gracia, y merece ser contada.

Para Micaela (su apellido lo resguardaremos por respeto a su privacía), ayer terminaron ocho años de suplicio. Ocho años de decir su verdad a los cuatro vientos, sin que muchos quisieran oirla.

El jueves, cuando la Secretaria de la Cámara 3ra. leyó la resolución, un soplo de alivio recorrió el frágil cuerpo de esta mujer menuda, de 40 años que hace ocho almanaques ha venido viviendo y reviviendo el peor momento de su vida.

En la sala, amplia, fría, llena de ecos que le permitían sus paredes desnudas, la voz apresurada de la justicia condenaba a su agresor sexual, Jorge Alberto Alfaro a cuatro años de prisión efectiva por el delito de «Abuso sexual en grado de tentativa» en perjuicio de Micaela.

Minutos antes, ante la oportunidad de expresarse antes de la lectura, Alfaro se mostró con su rostro pétreo, y volvió a declararse inocente. «Soy inocente de lo que me acusan. Nunca le falté el respeto a esta mujer», dijo casi como cerrando los ojos para recordar un texto estudiado de memoria.

Jorge Alberto Alfaro fue encontrado responsable de intentar abusar físicamente de Micaela, una empleada de la pollería de barrio Cafferata donde Alfaro tenía funciones laborales superiores a ella. Y según se desprenden de las testimoniales y las pruebas, fue tentativa porque Micaela se resistió, no porque él hubiera desistido.

Ocho años de marchas y contramarchas. Ocho almanaques de luchas judiciales, de dar testimonio una y varias veces; de recordar los hechos, horribles, aberrantes, ante gente que no conocía; de sentirse nuevamente ultrajada en cada audiencia mientras el acusado permanecía libre, caminando las mismas veredas de barrio que ella transitaba a diario.

Ocho años de ataques de pánico, de no querer comer; de sentirse inferior por algo de lo que no era responsable. La causa tuvo sus vaivenes. Estuvo a punto de caerse varias veces; la pericia del abogado defensor, y la tenacidad de Micaela hicieron que sobreviviera a la burocracia y a la desidia.

El fiscal y el abogado querellante pidieron 6 años y medio para Alfaro. Porque al delito por el que finalmente fue condenado, le agregaron el agravante de la relación de dependencia laboral que habría existido en el momento del hecho. Los considerandos de la sentencia se conocerán el 5 de julio, pero la condena es un hecho.

«Estuvo sola en este camino»

Daniel Villar fue el abogado defensor de Micaela. Tiene mucho para decir del caso: «Luego de ocho años se pudo abordar la verdad real de lo sucedido y condenar al autor de este delito a prisión efectiva. Fue una verdadera batalla judicial bastante dura y prolongada, la dimos  hoy, en la Cámara del Crimen, junto a Micaela y su Flia, pero con mucha valentía, como la que hay que tener en estos casos. Salvo por su familia, Micaela estuvo sola en este camino, y demostró entereza para que se llegara a la verdad».

El ADN, irrefutable

En muchos casos como el que sufrió Micaela, la confrontación de posiciones pone en riesgo el proceso. «Yo digo, tú dices», más de una vez empantana a la verdad en el barro de la duda. Esta vez, hubo una prueba que ni la defensa de Alfaro ni el propio agresor pudieron rebatir, explicar ni justificar. La ciencia fue determinante para inclinar la balanza: entre tanta negación del hecho, los estudios genéticos determinaron que en la prenda íntima (bombacha) que Micaela llevaba ese día, había semen que correspondía a Jorge Alberto Alfaro. No hubo forma de seguir rebatiendo con relato lo que las pruebas físicas habían puesto a la luz.

«Tranquila, no contenta»

«Estoy tranquila porque se hizo justicia. No contenta porque lo que he vivido desde aquel día a hoy, no se lo deseo a nadie». Así, con pocas palabras, pero liberando la tensión previa a la audiencia final, Micaela resumía su estado de ánimo. Ella pudo haber peleado por un resarcimiento por todo lo vivido (sufrido); pudo haber litigado en también en lo civil, para recuperar en dinero lo que sufrió. No quiso. «Nunca quise ni una moneda de él. Yo solo quería que se hiciera justicia por lo que me hizo».

Había pasado el mediodía otoñal en barrio Güemes. Las puertas de Tribunales se abrieron para dejar salir a una mujer luchadora, tenaz, sufrida pero que supo endurecerse lamiendo sus heridas.

Micaela, luego de ocho largos años, volvería a dormir tranquila.

nakasone