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Crónicas al Voleo

Tribulaciones, lamentos y ocaso de un extraño rey, imaginario o no

La historia del Rey de la Patagonia. De cómo asumió, de cómo lo expulsaron y cómo nunca pudo volver a ocupar su trono.
Por Germán Tinti

El papeleo, la rutina, las presentaciones, las admoniciones de jueces, reproches de funcionarios y reclamos de demandados; los plazos, obligaciones, compromisos y frustraciones que implicaban su actividad como Procurador del juzgado de primera instancia de la pequeña ciudad de Périgueux, en las proximidades de Burdeos, terminaron por hartar a Orélie Antoine de Tounens.

Octavo hijo de un matrimonio de campesinos de Chourgnac, un pequeño caserío de la región de Aquitania, recibió educación suficiente para ejercer como defensor en los juzgados regionales y también para ser aceptado, en 1854, en la logia provincial de Aquitania de la masonería francesa.

Fatigado de expedientes y términos perentorios, y deslumbrado por las crónicas y diarios de viajeros –en especial “La Araucana”, poema épico en el que Alonso de Ercilla y Zúñiga describe sus impresiones de la primera fase de la conquista de lo que hoy es el territorio chileno, más de doscientos años antes– Oriele decidió seguir el ejemplo de Alonso Quijano y una mañana de la primavera de 1858 se encontró en la cubierta de un navío con proa hacia la incierta Sudamérica.

José Santos Quilapán, líder araucano que fue el aliado momentáneo de Orélie Antoine de Tunens.
El amigo de Quilapán

Tenía 33 años cuando desembarcó en el puerto de Coquimbo, a fines de agosto, pero luego se estableció en Valparaiso, donde aprendió el idioma español y entró en contacto con las logias masónicas locales. Poco tiempo después se dirigió a Valdivia, donde entra en contacto con el Lonco José Santos Quilapán, uno de los líderes del movimiento araucano que resistía el intento del gobierno chileno de anexar lo que por entonces se reconocía como territorio autónomo mapuche.

Con la promesa de conseguir apoyo internacional para la causa, de Tounens obtuvo el permiso para ingresar en el territorio araucano (vale aclarar que “araucano” es la denominación –de origen quechua– que los españoles le dieron a los mapuches). Con el beneplácito de los seguidores de Quilapán, el 17 de noviembre de 1860 redactó un decreto en el que explicaba que las regiones de la Araucanía y la Patagonia oriental no necesitaban depender de ningún otro estado y, en consecuencia, fundaba el Reino de la Araucanía, del que se proclamó soberano con el nombre de Orélie Antoine I.

Coronación del Rey de la Patagonia.
Rey puesto

Una de las primeras medidas que tomó el flamante monarca austral fue ampliar, tres días después de su “coronación”, los dominios de su reino. Fijó los siguientes límites: al norte los ríos Biobío (Chile) y Negro (Argentina), el océano Pacífico por el oeste, el océano Atlántico por el este y el estrecho de Magallanes por el sur.

Pero si bien los seguidores de Quilapán aceptaban a Orélie como un extranjero que podría conseguir apoyo internacional para su causa, nunca reconocieron su autoridad y mantuvieron su estructura política y social independientemente de las ínfulas del “soberano”. Por otra parte, un los mapuches de la región de Temuco rechazaban su figura y lo denunciaron a las autoridades chilenas. Sin embargo, nuestro monarca estaba convencido de su legitimidad. Difundió la creación del reino a través de cartas a los periódicos El Mercurio de Valparaíso y El Ferrocarril, de Santiago.

Mapa del reino, prolijamente dibujado y explicado.

También informó la novedad al gobierno de Manuel Montt a través de una nota dirigida al canciller Antonio Varas: “Nos, Orllie-Antoine I, por la gracia de Dios, Rey de la Araucanía, nos hacemos un honor de imponeros de nuestro advenimiento al trono que acabamos de fundar en Araucanía. ¡Pedimos a Dios, Excelencia, que os tenga en su santa y digna guarda!”. También informó las novedades al Cónsul de Francia, Henri Cazotte.

Intentaba entrar por la puerta grande

Pero como le ocurrió a Johan Sebastian Mastropiero, la puerta grande estaba cerrada y, obviamente, el rey nunca fue reconocido. Montt fue indiferente, pero su sucesor, José Joaquín Pérez, ordenó su persecución y captura por perturbación al orden público. Fue traicionado por Juan Bautista Rosales, uno de sus colaboradores chilenos y, probablemente, infiltrado por el ejército. Por su parte, El cónsul francés había rechazado brindarle cualquier tipo de apoyo luego de realizar algunas averiguaciones que lo convencieron de que Orelie estaba, según sus palabras “demente”.

En enero de 1862 fue interrogado en Los Ángeles por el Coronel Cornelio Saavedra Rodríguez –nieto del Presidente de la Primera Junta de Gobierno de Argentina– enjuiciado y condenado a diez años de prisión. En su calabozo escribió un prematuro testamento: “Considerando que, en previsión de nuestro fallecimiento, debemos determinar desde ya los derechos a nuestra sucesión; y en tal virtud instituimos como nuestros sucesores a la corona de Araucanía y Patagonia a Jean de Tounens, nuestro padre bien amado”.

El bueno de Antoine, vestido como mapuche, y ejerciendo su reinado.
La repatriación del rey expatriado

En octubre de ese año, tras una apelación, fue declarado “loco” y trasladado a un manicomio en Santiago. Ahora sí intervino el cónsul francés, que solicitó su repatriación a Francia. Al parecer Cazotte habría expresado: “Yo les dije y no me dieron bola”, pero no existe documentación alguna al respecto.

De Tounens pasó seis años en Francia promocionando su reino en la Araucania y de este modo obtuvo recursos para regresar a Chile en 1869. Pero las cosas habían cambiado: el Estado chileno había impuesto condiciones sobre los mapuches que, por su parte, le prestaron poca atención y ningún apoyo. Por lo demás, Saavedra Rodríguez decidió ponerle precio a su cabeza; así no solamente tenía nulas perspectivas de éxito, también tenía escasas posibilidades de sobrevivir. En 1871 puso rumbo a Buenos Aires y el año siguiente embarcó nuevamente a Francia. Intentó regresar a su reino en 1874 y en 1876, pero no pudo ingresar a Chile y desde Argentina debió retornar a Europa.

Como todo reino que se precie de tal, éste tenía su bandera y su escudo.
Una despedida al rey

En sus últimos años instaló su corte en un pequeño departamento en París y sobrevivió entregando títulos nobiliarios a quienes financiaran la vida del rey en el exilio. Finalmente, sus amigos le consiguieron un modesto empleo municipal. Murió en Tourtoirac, a pocos kilómetros de su pueblo natal, el 17 de septiembre de 1878. Su lápida dice: “Aquí reposa De Tounens Antoine Orllie I Rey de Araucanía y de Patagonia Muerto en Tourtoirac el 17 de septiembre de 1878”.

En este pequeño pueblo de poco más de 600 habitantes, cada año se homenajea la memoria del primer rey de la Patagonia. Lo hacen con una misa en honor a Santa Rosa de Lima, primera santa de América, un solemne acto en el Museo de los Reyes de Araucanía y Patagonia y una ofrenda floral en su tumba.

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