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Crónicas al Voleo

Una vindicación del Correcaminos

El lado B de una historia de rebeldía
Por Germán Tinti

El hábitat del Geococcyx californianus es la región conocida como “Aridoamérica”. Esta especie de ave cuculiforme de la familia Cuculidae se halla distribuida en los estados del norte de México y los del sur de Estados Unidos. Y es que, se sabe, Texas, Nuevo México, Arizona y California fueron territorio mexicano hasta ser conquistados por las armas por sus vecinos del norte. Este pequeño pajarillo tiene costumbres terrestres. Aunque realiza pequeños vuelos de planeo desde árboles y arbustos al suelo, prefiere alimentarse de pequeños reptiles (como lagartijas y serpientes jóvenes), pequeños mamíferos e insectos.

El Geococcyx californianus, conocido popularmente como el Correcaminos y en ciertos círculos académicos como Accelerati Incredibilus, es –qué duda cabe– un símbolo de resistencia. Sin fijarse en los riesgos, incursiona reiteradamente en el territorio cuya pertenencia reivindica y que ha sido invadido por una potencia imperialista. No queda del todo claro cuál es el propósito final de sus solitarias y veloces incursiones, pero es evidente que incomoda a los poderosos, que por eso envían a un sicario para acabar con él.

Agente del gobierno

Porque es hora de asumirlo. El Coyote no persigue al Correcaminos para alimentarse, esa es una miserable excusa extorsiva. Está claro que ese ejemplar de Canis Latrans, también conocido en el ámbito científico como Carnivorous Vulgaris, cuenta con recursos ilimitados que le permitirían alimentarse de modo saludable y sustentable sin tener que someter a un incesante y prolongado hostigamiento a un miembro de la comunidad fáunica de la desértica frontera méxico-estadounidense. Además, este personero de la CIA, el FBI, la DEA y la ICE cuenta con el explícito auspicio de un conglomerado industrial hegemónico y multinacional que fabrica desde alimento balanceado para animales salvajes hasta armamento pesado que, es evidente, vende a su gobierno.

Durante años hemos estado mirando hacia el costado para no aceptar la terrible realidad. El Correcaminos es un migrante que busca un futuro mejor en un territorio que perteneció a sus ancestros y les fue quitado a sangre y fuego por una potencia extranjera. El aparato de propaganda insiste en presentarnos al opresor como una víctima. Así, la imagen de torpeza del vil canino genera la adhesión de audiencias inocentes y desprevenidas, que naturalizan el uso desmedido de la fuerza por parte de los poderosos para amedrentar a los más débiles. Por esos Correcaminos fugitivos, a los que ninguna sociedad protectora de animales jamás defendió, también levantaría su voz el Doctor Martin Luther King en su célebre discurso a los pies del monumento a Abraham Lincoln en Washington.

Elegir el enemigo

De esto no se animaron a hablar Ariel Dorfman y Armand Mattelar. Por algún oscuro motivo prefirieron meterse con un pato de clase media, con un grave problema de disartria, a cargo de tres sobrinos (probablemente huérfanos) que tiene constantes enfrentamientos con un tío millonario, cínico y egoísta. En un claro arrebato oscurantista se lanzaron a la persecución de un pionero de la liberación sexual. Porque Donald iba sin pantalones en abierto desafío a la moral conservadora de sus compañeros de comic, que encabezados por el mojigato Mickey, siempre usaban pantalones.

Si estás en la carretera y escuchás un beep beep,

Ten la seguridad que se trata de mí­

Y si intentas seguirme te vas a perder

Pues el coyote con sus tontas trampas se va a matar

Rebeldes sin fin

Desde los círculos de poder se hizo de todo parra esmerilar la imagen del Correcaminos y de otros que se plantaron ante el sistema que siempre buscó limitar las libertades y cercenar derechos a través del hostigamiento reiterado y persistente. Allí tenemos a Piolín defendiéndose heroicamente de Silvestre, el grandote y matón del barrio, al que el hecho de ser bastante idiota no lo redime. Y todo esto ante la indiferente mirada de la Abuelita, que prefiere fingir que no se entera antes que afrontar la situación y tratar de limitar el ilegítimo poder que otorga la fuerza bruta.

No debemos caer en la trampa. La primera sensación ante sujetos como el Coyote o el gato Silvestre será de empatía, porque son persistentes y en apariencia eso es un ejemplo para seguir. Pero estos tipos son persistentes en el error y en el abuso, en la torpeza y en el fracaso. Empiezan siendo tontos simpáticos e inoperantes, como el Guasón de César Romero, pero terminan como Joaquín Phoenix.

Seguirán estos despreciables villanos con su disfraz simpático y su actitud sacrificada, recibiendo el apoyo ilimitado del poder hegemónico, ese establishment que al mismo tiempo van creando operaciones mediáticas y comerciales para intentar pulverizar el prestigio de sus oponentes. Prueba de esto es que se llegó al  punto extremo de ponerle el mote de “correcaminos” al infame Renault 4 L.

Miles de trampas no pudieron con él

Pero todas ellas han de fallar

Y si a base de golpes no quiere entender

El coyote con sus tontas trampas se va a matar

En tu cara, McCarthy

Pero la dimensión de estos contestatarios ocultos como el Correcaminos, Piolín en inclusive el propio Bugs Bunny fue tal que ni siquiera el ignominioso senador Joseph McCarthy se atrevió a incluirlos en las vergonzosas listas negras que elaboró su despreciable Comisión de Actividades Antiestadounidenses, que se animó a acusar a personalidades de Hollywood como Charles Chaplin o Frank Capra, pero nada dijo de nuestros héroes. Para ellos quedaba la persecución constante disfrazada de comedia encabezada por zopencos con recursos ilimitados.

Pero al final el tiro les salió por la culata, porque si bien se producía una corriente empática entre el Coyote y las audiencias, al final todos festejaban ruidosamente cuando la catapulta marca ACME fallaba y hacía que la enorme piedra lo aplastara a él.

Mientras tanto el Correcaminos sigue su marcha reivindicadora por los polvorientos caminos del sur de los Estados Unidos rumbo al poniente, entonando al viento caliente del desierto su épico grito de lucha y ibertad: beep-beep.

nakasone